Anoche como vil gueva sentí que le rogué a mi amiga por nuerta amistad, aún no me explico hasta que punto nos volvimos tan distintas...
Me siento sola porque si bien contaba solo con dos amigas en el mundo, ahora cuento con una, y eso que con las mismas probabilidades de que el tiempo se la lleve en esencia para que en mitad de su descubrimiento decida no tener memoria o amigos y yo quede entonces a la deriva.
Y sé yo que mi sentir no es un eniigma; sé muy bien que jamás he tenido problemas para conseguir amigos, pero jamás pensé que en mi último año de colegio no iba a recoger el fruto de ninguna amistad para la posteridad, ni por duradera ni por significativa que fuera....
No es que odie la realidad (aunque aveces tienda a pasarme de idealista) pero ¿por qué tenemos que actuar como adultas desde ya? ¿ Por qué la amistad nos tiene que valer ceros? ¿ Por qué tememos confiar?
¿En donde está esa hermosura que debería acompañar estos tiempos en los cuales la amistad lo es todo, la confianza se regala y los perjuicios entre amigos son nimios y la vida consiste en bobos azotes de ideales contra el mundo real....?
Esto en últimas se siente como una segunda perdida de la infancia, como si inevitablemente estuviéramos destinados a volvernos seres desesperanzados cada vez mas solos, cada vez menos felices, cada vez mas desapegados. Aunque es cierto que quien desapegado es sufre menos pero ¿que es la vida sin ningún apego emocional? estamos destinados entonces a convertirnos en autómatas desapasionados, en insensibles críticos, en mentirosos patológicos y en indolentes por ósmosis, como si algún virus fatal anduviera por ahí y nadie fuera inmune, y menos los mas idealistas y felices.
Shit, me siento como victima de en medio de un ataque de dementores, pero en esa terrible etapa temprana en la que no se encuentra esperanza en el pasado y tampoco en el futuro, como si me hubiera dejado arrastrar por las circunstancias, esas corrientes ineludibles de esos ríos metafísicos; dichosos desalmados y dichosos ciegos felices porque están al lado contrario del espectro, mientras yo me siento en la mitad. Dichoso el desalmado porque tras de que no le duele nada nada le importa que nada le duela, y dichoso el feliz ciego porque elude sin dificultad la conciencia de que la pérfida realidad lo persigue y lo acecha en su sombra, esperando silenciosamente a apoderarse de él en el momento mas indicado, tal vez cuando uno de esos fatales desalmados se le cruce en el camino y le ponga los ojos encima.
Al menos en esta ribera intermedia donde observo el nacimiento de corrientes en estos ríos metafísicos tengo poder de decisión puesto que sé lo que es un autómata desapasionado y también lo que es un pérfido invidente idealista, y diviso también que por abismales que sean las diferencias entre ellos tienen una principal cosa en común, y esto es la inconsciencia... Dejarse llevar por el fatalismo es una entrega y lleva a un arrastre casi involuntario por la nada, una entrega al lado mas oscuro y racional de la esencia humana en el cual la realidad es ineludible y cruda ergo no se protesta o se quiere salir del sumergimiento en la fatalidad; y la otra corriente lleva al otro extremo donde hay valles constituidos por ilusiones, igual de fatal al otro extremo, solo que si bien en el fatal la conciencia es nublada por la oscuridad en este las cosas no se divisan por el exceso de luz. El otro extremo tampoco es sano, porque sus habitantes entonces caen constantemente en riñas con la realidad por ignorantes voluntarios, por suponerse exentos a ella.
Sin embargo, no recomiendo estar en este punto sentado sobre la ribera intermedia porque aquí se siente aflicción por darse contra la realidad y resistencia hacia la misma y también desespero inconsciente por de alguna manera dejarse arrastrar, porque aqui se siente que las cosas duelen y mas profundo e intenso es estar en el medio porque es tenebroso y solitario, es dubitativo, pasajero... es consciente....
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